Cosas nuevas en mi vida
(Título robado infamemente a Pedro Juan Gutiérrez)
Aprender a convivir con la trillada y dolorosa identificación con los personajes literarios. Hallarse en medio de una habitación oscura, con una media luz en la nuca y un espejo en frente. Por el rostro maltrecho las lágrimas cayendo, creando con la pintura de pestañas una simulación de ojeras. Ya no hay llanto, sólo el mutismo de la mujer que ve su rostro en el espejo y piensa: -no hay duda, esa mujer era yo. Solo unas cuantas letras separan nuestras vidas-. Siente un dolor incontenible en el estómago y empieza a vomitar pasando fotografías mentales; intenta borrar personas y fechas. Adiós Sabina, adiós Teresa, no más Maga, nunca más Talita. Las letras de tangos del abuelo, los pasillos descarnados de papá y el yaraví de la abuela quedarán recluidos en el armario junto con otros recuerdos lejanos que no deberían salir. Un brindis mudo frente al mismo espejo; la copa en la mano derecha, de nuevo las lágrimas cayendo y retumbando en la memoria los nombres de Ana, Malena, Carolina, Gekrepten y Andrea. Sólo falta un disparo seco y la muerte. Nunca más imaginar los accidentes y atracos dolorosos. Dejaré por fin en paz mis fantasmas y los miles de imaginarios. Ya no aparecerán de nuevo Flavia, Octavia, Bruna y Marilyn; mujeres que me han hecho desfallecer cada vez que su rostro no aparecía en mi reflejo. Todas son yo. Yo soy ellas.
¿Qué personaje soy hoy?
¿Cuál es mi lengua y siglo favorito?
¿Será ésta o aquella la máscara que me apoderará este día?
Nunca más los platos rotos y el llanto borracho por todas las mujeres que me habitan y que he abandonado. Mutis por el fondo.
Un minuto. El réquiem por aquellas que he estado arrastrando durante siglos, moviéndose conmigo y con el viento emulando a los huairapamushcas. ¿Volveré a sentir la embriaguez de noches con pianistas, poetas malditos y proxenetas? Necesito el éxtasis del sueño, vivir la delectación de ver un cuerpo casual, inesperado, olvidado por la borra del café y la sota de bastos. Necesito verme rectificando el mensaje y bendiciendo las palabras premonitorias: a él no lo quería. Adiós malabarismo. Bienvenido presente; el “siempre es hoy” de los últimos años, sin pasado, sin futuro. Atraeré a las gitanas para que aprendan a leer el brillo del sol. Adiós libro malsano que me recuerdas las páginas aciagas de mi vida. Voy despidiéndome de la casa de la infancia, de mi cámara de fotos para dejar de ser fantasma. Tomo una piedra con la mano libre y rompo el cristal.
Una carcajada del más puro placer.
Nunca más otro rostro en el espejo.
El cuerpo de esta noche soy yo.
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