«Lo único que sé es que si uno ama una ciudad y pasea por ella lo suficiente, años después el cuerpo, y no sólo el espíritu, reconoce de tal manera sus calles que un momento de amargura sazonado por la nieve que cae melancólicamente vuestras piernas son capaces de llevaros por si solas a la cumbre de una colina querida.»
Orhan Pamuk -Me llamo Rojo-
Me encanta que Quito no tenga metro, me parece justo. Quito no es una ciudad, es un lapso, es abismo y déjà-vu. No importa que los poetas digan que todas las ciudades son iguales, Quito es irrepetible, cuando empiezas a reconocerla ya ha cambiado. Posiblemente Quito y la luna son lo mismo, o quizás Quito sea una bestia, un cuervo que observa a sus presas desde lo alto.
Ayer con un poco de ron nos apropiamos de Quito incluso de esas calles con olor a cloaca, yo pensaba en esos lunes grises cuando generalmente llueve y la ciudad colapsa y yo sonrío porque es sólo para mí. Pensaba en que aquí conviven la virgen con alas, los perros callejeros, los graffitis que dicen que Quito city quiere cantar, edificios con facha de licuadora y la Compañía. Creo que Quito es como una mujer fantasma, un barco pirata del que no puedes hablar sin que te de nostalgia. Posiblemente quito es innombrable, en su epitafio diría : Siempre volverás a mí.
A veces me da por creer que de tanto vivir en ella, ella a veces vive por mí.
Estas fotos no son mías, lamentablemente desconozco de quines son, en todo caso se los agradezco.