Es justamente lo que le faltó a mi profe. Es posible que haya reprobado lógica.
Yo supuse que una reducción al absurdo habría podido ser así de fácil…
Es justamente lo que le faltó a mi profe. Es posible que haya reprobado lógica.
Yo supuse que una reducción al absurdo habría podido ser así de fácil…
Quito, 21 de junio de 2007.
Escribo con asombro e ilusión, los mismos sentimientos que tuve un lunes de hace tres años cuando iniciaba mi diario de viaje, un cuaderno cualquiera titulado “Bitácora de paranoias”. En la primera página había un reloj, media mariposa, y una inscripción latina rezando –quid rides? mutato nomine, de te fabula narratur- (y vos, ¿de qué te ríes? Si cambiaras el nombre sería tu historia).
Nada sería igual –ya lo dijo el Duende- y vaya que si yo se de eso. Un sin número de puertas se abrieron, tuve reencuentros anhelados, cabos que se ataron y desataron para cambiarme la vida, episodios paranoides, encontrones con la realidad, magia, mucha magia y varios hallazgos inesperados que hicieron, y aún hacen, que el mundo sea diferente.
Más feliz.
Iba con la idea de dejar de fumar, de escalar montañas, de desenamorarme y acatar las reglas que me fueran entregadas; nunca consideré que me entregarían un folleto con la portada impresa y las reglas en blanco, que cuando las conocí, las rompería todas (hasta la 11, y eso que era difícil); que fumaría más, que pararía en un hospital paupérrimo una madrugada, que encontraría a la Cofradía de Baco y la Comunidad del Tornillo, que sería parte de la Comisión Internacional de estandarización y normativas del 40, que la Ruta Inka sería en realidad la Ruta de la Inkacola y el Seco de chivo; que sufriría los estragos de la oxitoxina, que le escribiría un ensayo breve a esta sustancia, y que a estas horas, aquí, estaría enamorada del mismo tipo con el rompí un pacto, que ahora sería más yo, y casi un ejemplo de píxel.
Mientras escribo esto tengo miles de destellos mentales, recuerdos de abrazos, miradas, silencios, sonrisas, lágrimas, rostros y nombres –por cautela- innombrables. No se si sirva de algo decir que tengo nostalgia, que por varios de esos innombrables me tomaré un café y un cigarrillo frente a mi ventana. Que he esperado mucho para dar señales de vida que quizás no importan, que tengo hoy más que nunca clara la idea de que el Ecuador, no es una línea imaginaria es el lugar donde se juntan los polos, o que es al menos, el punto de partida.
¡Salud por el solsticio de verano!
Andrea Torres Armas.
Quito suele tener unos ataredceres inolvidables: mezclas de naranja y escarlata, murmullos de púrpura y argento, azules y destellos. Hay ocasos grises también, brumas que descienden como polvo de hada.
Lo mejor de esas tardes es poder tener el privilegio de vivirlas, de sentir el viento, de mirar al cielo caer sobre los cuerpos; vencer al frío con el abrazo o tomar una mano. Las palabras sobran generalmente.
A mis amigas queridas un merecido silencio con cariño y un dejo de nostalgia.
Me impresionó siempre el mito de Cronos comiéndose a sus hijos. El tiempo es implacable, lo devora todo, nada perdona -decía mi profesor-. Poco después leí a Cortázar y supe que despiadadamente y sin advertirlo uno se converte en esclavo y obsequio para el reloj de pulsera. Yo soy temporalmente relajada, es decir que hace unos seis años no uso reloj, no me hace falta ni me apetece.
Hace pocos días reseñando un libro, sentí una afección increíble por la palabra crónica y por el género como tal; es como si en él acechara Cronos, ese dios implacable que no perdona nada y se esfuerza por engullir inmisericordemente lo que está a su paso. Luego, en un intento falliudo por retener al tiempo, viene la palabra, el verbo, el universo se salva, se plasma y se rehace; es como si se obligara a la historia a auto-engendrarse en la boca de su verdugo para confirmar que ha pasado, que por un instante ha sido. No importa que todo termine en un ocaso divino-estomacal, lo que importa es que la palabra lo perpetúa, en tal caso podría decir que la palabra somete al tiempo, mientras haya libros las fauces de Cronos no se abrirán.