Quito suele tener unos ataredceres inolvidables: mezclas de naranja y escarlata, murmullos de púrpura y argento, azules y destellos. Hay ocasos grises también, brumas que descienden como polvo de hada.
Lo mejor de esas tardes es poder tener el privilegio de vivirlas, de sentir el viento, de mirar al cielo caer sobre los cuerpos; vencer al frío con el abrazo o tomar una mano. Las palabras sobran generalmente.
A mis amigas queridas un merecido silencio con cariño y un dejo de nostalgia.
Delicioso, gracias por darme un poco de vientesito andino.
Se extraña tambien por aca mucho, ya quedamos.
abrazos
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