En sus ojos veo los rosotros

Un escrito mío, a los tiempos…

Camino

Te veo en ese Perú de tus veinte años
en esas caminatas infinitas
en las huellas
en las Polaroid de tu cara
a punto de cumplir veintiuno
y amar a dos mujeres
y comprar una guitarra.

Te veo en esos ojos de los niños
como nosotros, perdidos,
hambrientos
sin mañana
con frío y con sueño.

En esa montaña sagrada
no hace mucho descubierta,
en ella tras su cámara
amándote
inmortalizado en su cabeza.

En esas fotos de chaquiñán hacia el misterio
en la arena del desierto
en los fragmentos irrecuperables
tras las lágrimas y el duelo.

En esa hoguera que se extingue
como tú a tus veinte
antes de caer,
de ser el ángel en la memoria
y el olvido.

Te veo morir en la mañana
entre los aviones
tu agonía en mis manos y en mis ojos
en esos olores
de Quri Kancha y café irlandés.

Te veo morir y tú muerte
me delata.

 

Los perros románticos

Hoy, pensando en esos veinte años que parecen hace ya mucho tiempo, en los países que hemos perdido, en los sueños que nos quedan y ganamos.  Por haber soñado con tu rostro tras las polaroid, en los chaquiñanes, en esa ciudad mágica a la que no hemos vuelto.

Los perros románticos 

Roberto Bolaño

En aquel tiempo yo tenía veinte años  

y estaba loco.  

Había perdido un país  

pero había ganado un sueño.  

Y si tenía ese sueño  

lo demás no importaba.  

Ni trabajar ni rezar  

ni estudiar en la madrugada  

junto a los perros románticos.  

Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.  

Una habitación de madera,  

en penumbras,  

en uno de los pulmones del trópico.  

Y a veces me volvía dentro de mí  

y visitaba el sueño: estatua eternizada  

en pensamientos líquidos,  

un gusano blanco retorciéndose  

en el amor.  

Un amor desbocado.  

Un sueño dentro de otro sueño.  

Y la pesadilla me decía: crecerás.  

Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto  

y olvidarás.  

Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.  

Estoy aquí, dije, con los perros románticos  

y aquí me voy a quedar