No pudo más con su Macondo
y su loop ad infinitum.
Con esa sensación de vergüenza
por vivir bajo el supuesto
que su costado no había sido atravesado,
que podría un día aprender
sobre esas lenguas,
sobre Nunkui y sus milagros.
Se marchó con su hombre ajeno,
su exotismo
su generación Ni-ni.
Se marchó con su Macondo
envuelto en servilletas,
―no sabe bien a dónde―.
Si preguntan,
ríe y asiente.
Sabe bien,
porque ha vivido,
que la ciudad se lleva dentro.
Andrea Torres Armas.