He visto a gente en los locales de ‘fas fú’ comiendo sin hambre, con la cabeza gacha y los ojos perdidos. Los he visto, te lo juro, masticando como si ingerir los alimentos fuera parte de un proceso intermedio entre escoger el pan, los vegetales, pasar la tarjeta y cagar antes de volver a sus diminutas estaciones de trabajo en la oficina.
Hay quienes se sientan frente a las ventanas a ver el mundo pasar, contemplando a la gente en bicicleta con un poco de nostalgia, como diciendo «yo también estaría ahí si no hubiese olvidado ponerme el bloqueador solar…».