Necropolítica y biopoder en tiempos de pandemia

Sé que esta publicación no sirve para nada, pero no he podido dejar de pensar en la necropolítica y el biopoder (Achille Mbembe y Foucault me acompañan). Recordemos que la necropolítica, más que el derecho a matar, presenta la posibilidad de exponer a otros a la muerte (inserte aquí su población vulnerable favorita: adultos mayores, poblaciones empobrecidas, cuerpxs otrxs, grupos que deberían contar con atención prioritaria, pero son precarizados).

La escritora y activista Clara Valverde nos decía en una entrevista para Kaos en la red que la necropolitica


«Es la política basada en la idea de que para el poder unas vidas tienen valor y otras no. No es tanto matar a los que no sirven al poder sino dejarles morir, crear políticas en las que se van muriendo.

Los excluidos son los que no son rentables para el poder ni para implementar sus políticas. Son los que no producen ni consumen, los que, de alguna manera, sin querer y sin saberlo en la mayoría de los casos, solo existiendo, ponen en evidencia la crueldad del neoliberalismo y sus desigualdades».

Ante esta realidad solo nos queda la empatía radical; es decir, ponerse en el lugar del otro; mostrar lxs otrxs que su sufrimiento nos incumbe. Pero mostrar aquí no implica quejarnos en redes sociales rasgándonos las vestiduras o exponiendo nuestros privilegios, podríamos hacer centros de acopio de artículos de primera necesidad en nuestros barrios, coordinar con instituciones como el cuerpo de bomberos y gestionar ayuda humanitaria. Es cierto que todos nos expondríamos (habrá que tomar medidas sanitarias si logramos hacer algo). La cosa es que, al final, la empatía radical se fundamenta en darnos cuenta de que lxs otrxs no son tan diferentes que nosotrxs mismxs.

Y ya, ya que me puse a escribir, invoquemos a Whitman:

«Me celebro y me canto,
y todo lo que asumo, tú también lo asumes
porque cada átomo que me pertenece también te pertenece».

Resplandor, de Igor Icaza | Reseña

En enero de 2018 tuve el enorme placer de presentar, junto con Francisco Santana, el libro Resplandor del querido Igor Icaza, uno de los íconos del rock en Ecuador. Acabo de rescatar el texto que escribí para aquella noche:

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Este libro-objeto —que es a la vez testimonio y concreción física de un recorrido vivencial y musical— recopila cuarenta y ocho letras de canciones publicadas en el transcurso de los veintiocho años que, hasta el momento, abarca la carrera musical de Igor. Leer estas letras es acompañar un recorrido por los afectos, los desencuentros, las disidencias, los repensares y las fragmentaciones por y desde la música. Es aproximarse, desde otro soporte, a la experiencia sonora de bandas como Obertura, Ente, Sal y Mileto, Funda Mental y al mismo Igor Icaza, en solitario, que nos presenta además de esta compilación, once textos inéditos.

«Somos la memoria», nos dice Igor antes de empezar el recorrido, y nos recuerda algo que a menudo olvidamos: hay que respetar la forma en que organizamos nuestra mente en determinadas épocas; el devenir se encarga de mostrarnos las otras perspectivas y nos presenta, frente a ese yo —yo soy muchedumbre, diría Igor— que se transforma incesantemente, como una imagen pasada por un caleidoscopio.

A estas letras acompañan breves ensayos de autores como Cristina Burneo, María Auxiliadora Balladares, Hernán Guerrero, Javier Calvopiña, Edgar Castellanos, entre otros. El texto de Javier, Hemiplejía y trascendencia, sobre Ente, nos descubre el universo filosófico que yace en el nombre de la agrupación: «Ente sugiere una existencia que no es necesariamente material» y, a partir de esta inmaterialidad, la música, el rock vívido se propone como renuncia y como crítica.

Las letras, como será una constante a lo largo de la compilación, no solo enuncian sino que también denuncian. Nos exponen como seres enajenados, pero con un atisbo de luz, como seres que buscan. Letras como las de ‘El descenso’, ‘Expiación’ o ‘Ábside’, nos remiten a la experiencia poética, aquella que pasa desde el descenso de Dante al inframundo, hasta la Anábasis de Sait-John Perse que es, a fin de cuentas, una indagación en la médula de la naturaleza humana. También nos encontramos con vivencias mucho más mundanas: con ‘San Kamilo’, las cornadas; con ‘Alcantarilla’ vienen los olores de ese Quito de noche y esos que somos en la oscuridad. En estas líricas hay una búsqueda permanente de imágenes con las que todos nos identificamos. También una multiplicidad de voces, tonos y sujetos interpelados.

Al final del libro hallaremos un ‘Anekdotarium’ escrito, pero también uno visual condensado en varias postales y, finalmente, un disco que recoge doce temas que son a la vez testimonio y legado de la música en Ecuador.

Las letras nos invitan a pensar en un sinnúmero de temas, aquí algunas sugerencias:

  • La luz al final del túnel en ‘Resplandor’ (Sal y Mileto).
  • La idea del eterno retorno en ‘Círculo’ (Funda Mental).
  • Juego de oxímoron en ‘En busca del switch’ (Igor Icaza, trabajo en solitario)
  • La influencia de Altazor, de Huidobro, y lo dialogal en ‘Tierra’.
  • El tono sosegado frente a la idea de la muerte en ‘Abrigué la idea’.
  • Los juegos ortográficos en la época de Sal y Mileto que nos hablan de la alteración de la ortografía como un campo de acción semántico.
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Con Andrés Villalba Becdach y Francisco Santana.

Ciudad sitiada: ciudad y poética del cuerpo

Fotograma del videoarte Ciudad sitiada, Conjugar, Proyecto Escena
 Bailan Rita Rodríguez y Cristian Zárate
Fotograma de Ciudad sitiada

Ciudad sitiada: ciudad y poéticas del cuerpo

Autor: Andrea Torres Armas
Realización: Turbina helicoidal, laboratorio experimental (Andrea Torres Armas y Tobi Mena) 
Bailarines:
Rita Rodríguez y Cristian Zárate
Música incidental: «GyeCityada», de Tobi Mena
Duración: 12 minutos
Edición: Michelle Ortiz
Año: 2018

Sinopsis: Tomando como base la obra Conjugar, del Proyecto Escena, e inspirada en la novela Ciudad sitiada, de Clarice Lispector, este videoarte es una exploración del encuentro sensible entre las poéticas del cuerpo y la ciudad. El nombre es un guiño al estado de sitio y a una ciudad, como Guayaquil, amurallada. Los tres momentos en que se estructura la obra son, a la manera del Ulises de Joyce, fragmentos de un solo día. Los movimientos y las tensiones cambian, no solo importa hacia dónde vamos, sino qué parte del cuerpo se desplaza primero y con qué ritmo e intensidad.

El texto completo de esta obra se puede leer haciendo clic en este enlace.

The Next Rembrandt

The next Rembrandt

Retrato del proyecto The Next Rembrandt generado por una computadora, impreso en 3D

En este enlace se puede observar el video oficial del proyecto.

La primera vez que vi uno de sus cuadros yo tenía 22 años. Había invertido todos mis ahorros en un viaje de mochilera por Europa y Alemania era mi destino principal. Janna, mi hermana ‘hamburguesa’, que había vivido en casa de mis padres durante un intercambio estudiantil, sería mi anfitriona. Ella estudiaba Arte en Kassel y ese año trabajaría como guía en la documenta 12, una de las exposiciones de arte contemporáneo más grandes del mundo. El evento, que se realiza cada cinco años, dura cien días y se toma todos los espacios de la ciudad. Una de las paradas obligatorias del recorrido es el parque Wilhelmshöhe, un complejo barroco en la cima de una colina que cuenta, entre otras maravillas, con un palacio octogonal, el monumento de Hércules, un sistema hidroneumático que transporta agua hasta la cima que luego desciende por una cascada de 350 metros de caída, y un palacio neoclásico construido a fines del siglo XVIII. Este último, el palacio Wilhelmshöhe, alberga, en la Galería de los Viejos Maestros, una de las colecciones de Rembrandt más importantes, la tercera más grande del mundo.

Este que me impresionó era un cuadro pequeñito, un autorretrato. Había, en los efectos de las luces y las sombras, algo parecido a la timidez: la cabeza y el busto aparecían bien definidos aunque el rostro no podía verse por completo, solo la mejilla y un trozo de oreja estaban claramente iluminados. La luz entraba por la izquierda e iluminaba la zona derecha de la cabeza desde el cabello al cuello, el resto estaba oscuro; los ojos se escondían en la penumbra lateral. La textura de las pinceladas podía distinguirse, como si el pintor hubiese querido que uno reparara en ellas. Algo que aprendí luego, sacando cuentas, es que en la pintura, datada hacia 1628, él tenía, igual que yo, 22 años. Supongo que esa rara belleza me impresionó —Rembrandt no era particularmente guapo y me pareció que tampoco se había esforzado mucho en parecerlo—; en ese entonces, quizá, lo vi hermoso porque mis ojos eran más honestos.

***

Rembrandt van Rijn, el pintor barroco más importante de los Países Bajos, nació en 1606; perteneció a una generación posterior a Rubens y fue siete años más joven que Van Dyck y Velásquez. Dice Ernst Gombrich [1] que aunque no anotó sus observaciones, nos parece que conociéramos a este mucho más de cerca que a otros maestros porque dejó un asombroso registro de su vida, desde que se mudó a Ámsterdam a probar la fama, hasta que murió arruinado.

Cultivó tanto el autorretrato como el retrato colectivo, el paisajismo y las escenas bíblicas. Experimentó con el claroscuro y utilizó técnicas como el óleo, el dibujo y el grabado en aguafuerte.

En 2004, tras analizar decenas de obras, la doctora Margaret Livingstone [2] y su equipo concluyeron que la mayoría de autorretratos, pintados durante cuarenta años, muestran un ojo mirando directamente al observador y otro desviándose hacia un lado. En los retratos de otras personas Rembrandt pintó ambos ojos bien alineados. La conclusión: Rembrandt sufría estrabismo divergente en el ojo izquierdo, lo que le permitía percibir la realidad como una imagen plana y le facilitaba la tarea al trasladarla al cuadro. En esta condición, uno de los ojos hace foco en su entorno, mientras que el otro se desvía hacia uno de los lados; para evitar la doble visión, los niños aprenden a suprimir las imágenes del ojo estrábico. El efecto es similar al que produce cerrar un ojo.

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Rembrandt murió hace ya casi 350 años, y, digamos, una nueva obra ‘suya’ nos sorprendió hace poco. ING, Microsoft, la Universidad Tecnológica de Delft y los museos Mauritshuis (La Haya) y Museo Casa de Rembrandt (Ámsterdam) desarrollaron un proyecto por el cual un software de aprendizaje y una impresora 3D ‘pintaron’ un Rembrandt. El estudio tomó dieciocho meses y se basó en 168.263 fragmentos de 346 pinturas del autor de ‘El cegamiento de Sansón’ y ‘La ronda de noche’.

«Usamos muchos datos para mejorar los negocios, pero no hemos podido usar los datos de manera que toquen el alma humana», asegura Ron Augustus, ejecutivo de Microsoft. «Usamos la tecnología y los datos de la misma manera que Rembrandt usó sus pinturas y pinceles para crear algo nuevo».

Dado que un gran porcentaje de sus cuadros fueron retratos, la estadística determinó que la obra debía ser la efigie de un hombre blanco entre treinta y cuarenta años, con barba, con ropa oscura, de camisa blanca con cuello escarolado, sombrero y con el rostro mirando hacia la derecha. La verosimilitud se logró con una impresión de 149 millones de píxeles. Los investigadores tuvieron que hacer un estudio tridimensional con el que estimaron la altura —en milímetros— de los brochazos, algo así como una topografía del lienzo; el software analizó las características específicas de cerca de sesenta puntos en cada pintura y las proporciones faciales. Una tinta especial para impresión 3D, aplicada en varias capas para crear la textura, hizo el resto.

Pero ¿qué opinan los expertos de que la Inteligencia Artificial se aproxime, a base de algoritmos, a la genialidad humana, al más puro estilo de Ex Machina? Peter Schjeldahl, crítico de The New Yorker, ha llegado a decir que «el ‘nuevo Rembrandt’ falla tras una segunda mirada y choca tras una tercera». Según él, el personaje «carece completamente de la personalidad que nunca eludió Rembrandt».

«¿Qué será lo siguiente?», se pregunta la voz en off del vídeo que presenta la obra. Y aquí nos preguntamos lo mismo.

Este texto fue originalmente publicado en el N° 246 del suplemento cultural CartóNPiedra.

Notas

1. Gombrich, E. H. (2007). La Historia del Arte (16° ed.). Nueva York: Phaidon.

2. Profesora de Neurobiología en Harvard, especialista en problemas de visión. New England Journal of Medicine (septiembre de 2004).

Davilara, el bombero que le ganó al diablo | Reseña de A ritmo endiablado de bomba

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Serigrafía de A ritmo endiablado de bomba, cortesía de Alice Bossut

Robert LeRoy Johnson nació en 1911 en Hazlehurst, al sur del estado de Mississippi. Fue un cantante, compositor y guitarrista estadounidense de blues conocido como el ‘rey del blues del Delta’.

La leyenda dice que aunque tocaba varios instrumentos era más bien mediocre, hasta que, de la noche a la mañana, empezó a tocar la guitarra con un estilo tan particular que su ejecución fue envidiada por muchos, quienes consideraron que tocar así, de repente, no puede ser otra cosa que fruto de un pacto con el diablo.

El autor de ‘Crossroads’ habría vendido su alma al demonio justamente en el cruce de caminos de la actual autopista 61 con la 49 en Clarksdale (Mississippi-EE.UU.), a cambio de tocar blues mejor que nadie. Esperó en el cruce hasta la medianoche, le entregó su guitarra al diablo y este se la devolvió lista, las manos de Robert solo tenían que deslizarse por el mástil para interpretar el mejor blues de la historia. Poco después, a los 27 años, murió en circunstancias misteriosas (fue uno de los primeros músicos miembros del club). No hubo autopsia.

En Ecuador, en cambio, tuvimos a un músico que tocaba mejor Satanás, era tan bueno que no tuvo que empeñar el alma. Se trata de José David Lara Borja, Davilara, el ‘rey de la bomba’, quien nació en Tumbatú, valle del Chota, a inicios del siglo XX y murió alrededor de 1995.

La historia cuenta que Davilara era todo un personaje, un mito vivo: caminaba descalzo, «pata llucha», y eran tan ásperas las plantas de sus pies que incluso se podía prender fósforos raspándolos contra ellas. Su forma tan particular de interpretar la bomba (instrumento de percusión utilizado típicamente en las bandas mochas y para tocar el ritmo que lleva su mismo nombre) inspiró a varias generaciones de músicos y bailarines afrochoteños. Según cuentan los mayores, «cuesta arriba […] hacia donde ni los animales se aventuran», Davilara venció en un duelo musical de tres días con sus noches al mismísimo Diablo, quien, tras la fiesta de un compadre del músico, fue a buscarlo para saber si eran ciertos los rumores de que era tan buen ejecutante.

Esta historia sobre Davilara proviene de la tradición oral de los negros del Chota (sí, «son negros, no negritos, ni morenos, ni afros; negros, con mucho cariño y mucho respeto, así les gusta que les digan, porque les preguntamos», dice Marco Chamorro, ilustrador) y se recoge en una edición de lujo de la editorial Comoyoko.

Este libro, A ritmo endiablado de bomba, —con un tiraje de cuatrocientos ejemplares numerados— es un objeto precioso. Es un trabajo artesanal de alta calidad que cuida de los mínimos detalles: de encuadernación japonesa, cosido a mano simulando los hilvanes que se pueden ver en la bomba, impreso en serigrafía a dos colores «para representar el cielo y el suelo, los dos lados macho y hembra que debe tener el istrumento» sobre papel Favini Crush Citrus y Enviroment FSC (y no, no es un dato nimio, el papel fue escogido porque es del color del instrumento alrededor del cual gira la historia), forma parte de la colección Cajaronca y fue correalizado por los ilustradores Alice Bossut (Francia) y Marco Chamorro (Ecuador).

La propuesta de Comoyoko nació de la idea de hacer libros ilustrados en los que dialogue el texto con la imagen; de juntar a escritores, poetas, artistas plásticos; de hacer libros «artesanales entre comillas», dice Marco, en serigrafía, cuyo formato no tradicional siempre va a variar de acuerdo con la historia, orientados a generar un lector activo.

La investigación para realizar el libro tomó desde octubre a diciembre del año pasado y tuvo, antes que un referente teórico, un acercamiento «más bien intuitivo» hacia la comunidad. Cuenta Alice: «Llegamos un día a La Caldera, sin intención de hacer un libro, íbamos a bañarnos en el río, unos tres días, llegamos para una fiesta del día de la madre, nos encantó, pasamos muy bien y ahí dijimos “hagamos el segundo libro aquí” —el primero se llama Mama Cotacachi & Taita Imbabura y se basa en la historia del gigante de la laguna, de la tradición imbabureña—». Alice y Marco presentaron su proyecto al Ministerio de Cultura aún sin saber qué historia iban a contar, lo que sí sabían es que querían contar una leyenda del valle del Chota y que buscando la iban a encontrar.

Marco es oriundo de El Ángel, provincia del Carchi, y había escuchado de niño, mientras pasaba las vacaciones entre el río y las cosechas de fréjol, varias leyendas. «Juan Olmedo Rojas, un amigo, nos contaba historias, como en todo pueblo». Dar con la historia que iban a contar no les tomó mucho. Julis Arce, un profesor que da clases en San Rafael, les recomendó hablar con Iván Pavón, una persona que conoce mucho sobre su cultura, sobre la historia del pueblo afro, «él da clases en Mascarilla y nos dijo: “hace dos días estuvo un señor, Teodoro Méndez, que contó una historia bien bonita sobre un músico”; nos dio el teléfono de Teodoro y así fuimos a parar a Tumbatú», cuenta Marco. «Volvimos una y otra vez —interviene Alice— y Teodoro, muy generoso, nos contaba anécdotas, con mucha sal, nos reíamos mucho, pero no daban para hacer un libro, hasta que contó esta y ahí supimos que esa era. Luego una amiga nos dio el contacto de Marcelo Acosta, en La Concepción, lo fuimos a ver, y nos dice: “Claro, yo lo conocí cuando era niño y él mismo me contó que se había enfrentado con el diablo”; pero Teodoro también lo había escuchado de la boca de Davilara, porque, claro, son gente de más de sesenta años que lo escucharon del mismo personaje». Las anécdotas que contó Teodoro y casi un mes de convivencia con la gente de la comunidad nutrieron el libro. Algunos amigos incluso se configuraron como personajes. Esta convivencia también permitió que aunque la de los artistas fuera una mirada externa, esta esté despojada de folclorismos y sesgos. Poco después hallaron una investigación del musicólogo Juan Mullo y descubrieron, con las fotos, que la forma en que ellos lo habían ilustrado «era tal cual».

Esta manía de contar, esta urgencia de visibilizar las historias es ahora, «porque si no cuentas, te olvidas», dice Alice. Si no escribimos hoy nuestras leyendas, ¿cómo sabremos que «En la oscuridad el Diablo, más emperrado que nunca, no ve cómo Davilara hace para tocar tan bonito y con tanta fuerza»? ¿Cómo sabremos que «Enrabiado, el Diablo lanza su bomba al suelo y desaparece entre relámpagos»?

Bomba

David Lara cantando. Audio grabado por Juan Mullo Sandoval en 1987

Este texto fue originalmente publicado en No 242 de la Revista Cultural CartóNPiedra

Nueva Orleans, el sitio donde el alma canta

 

Violín de Clarence 'Gatemouth' Brown en el U.S. and Mint Museum_Andrea Torres Armas

Violín de Clarence ‘Gatemouth’ Brown. La imaginería popular lo muestra como uno de los músicos legendarios que hizo un pacto con el diablo.

This time I’m walkin’ to New Orleans
I’m walkin’ to New Orleans
I’m going to need two pair of shoes…

Fats Domino, ‘Walking To New Orleans’

Es cierto, uno nunca puede estar seguro de haber estado ahí, pero tiene fe en lo que muestran las fotos. He dicho que Nueva Orleans es el sitio en el que el alma canta, pero debí haber dicho que es el sitio en donde las almas cantan. Si de algo se puede jactar esta ciudad es de tener música en cada esquina y de ser ‘el sitio más embrujado de los Estados Unidos’; está habitada por fantasmas y por el blues. Se dice que en Nueva Orleans hay tres tipos de personas: los músicos, las meseras y los guías turísticos; habría pensado en incluir un cuarto grupo: los bebedores alegres, pero este no excluye a los tres anteriores, entonces, dejémoslo así.

Nueva Orleans, hace diez años, se hizo tristemente famosa (no es que antes no lo fuera, pero la televisión y los desastres se llevan bien) por la devastación causada por el huracán Katrina, considerado el más destructivo y que más víctimas cobró en la temporada de huracanes del Atlántico en 2005. Entre paréntesis quedó la idea que nos remitía a Nueva Orleans como la cuna del jazz, del Mardi Gras, del Zulu King, Louis Armstrong, Lestat, John Kennedy Tool y una interminable lista de etcéteras. Incluso las historias de terror que alguna vez protagonizara Delphine Lalaurie (socialité y asesina en serie) en su mansión en Royal Street, quedaron sepultadas bajo una tumba de agua.

La muerte silba un blues, dice la escritora Gabriela Alemán, y quizá sea cierto, pero por un momento, al adentrarse por las callejas de esta ciudad, la gente local nos recuerda que la vida también silba y que se vale, para hacer su música, de descendientes creoles empuñando saxofones y trompetas y de un montón de gente de todos los colores que ama el rock ’n’ roll. Caminar por Nueva Orleans requiere bastante agua, días más largos, un oído aguzado y, como dice Fats Domino, dos pares de zapatos.

***

La historia dice que el French Quarter fue el lugar de Nueva Orleans donde todo comenzó, así que se lo conoce también como Vieux Carré (el barrio antiguo). La ciudad fue fundada en 1718 por Jean-Baptiste Le Moyne —señor de— de Bienville, un hombre que supuestamente fue enviado a buscar un enclave para comerciar con los nativos americanos que se asentaban entre el río Mississippi y el lago Pontchartrain, así que esta planicie en la delta del Mississippi era el lugar adecuado. Se supone también que fundó la que en 1722 sería la capital de la Luisiana francesa, justamente donde había un asentamiento de nativos, porque —claro— estando el sitio entre el río, los pantanos y con la mayoría del territorio por debajo del nivel del mar (-2 m s.n.m.), parecía lógico quedarse donde ya había una base. Si De Bienville hubiese tenido el don de la clarividencia, se habría sentido orgulloso de sí mismo por ese acierto fundacional: fue el French Quarter el sitio que menos daños tuvo luego del paso de Katrina.

Tras ser la capital de la Luisiana Francesa, Nueva Orleans pasó a ser un corregimiento español y un importante puerto comercial, hasta que, en 1803, con la escisión del pacto borbónico entre España y Francia, el próspero puerto pasó a formar parte de la naciente república norteamericana con la famosa venta de Luisiana. Desde su fundación, y precisamente por esta ‘superposición’ de culturas (franceses, españoles, criollos americanos, esclavos africanos traídos por sus amos tras la revuelta independentista de Haití), Nueva Orleans se convirtió en un mosaico multicultural que la hacen ser lo que ahora es: una de las pocas ciudades con alma que quedan es Estados Unidos. El Barrio Francés es donde se conjugan todos los elementos de su herencia histórica: el arte, la cocina creole, la arquitectura, la música y los vestigios de varias religiones. Usualmente se identifica al Barrio Francés con la famosa Bourbon Street, la sede del Mardi Gras, el sitio donde cada año la fiesta de la carne cobra nuevas dimensiones cuando las mujeres —entre cócteles como el Hurricane y el Gin fizz— muestran los senos para recolectar el mayor número de collares.

Luego de la devastación del Katrina, la ciudad fue reconstruida, la ayuda humanitaria llegó del planeta entero y, según dicen los locales, incluso algunas de las casas coloniales que pasaron años abandonadas por estar ‘embrujadas’, fueron levantadas nuevamente. Capitales de famosos como Brad Pitt y Angelina Jolie fueron inyectados a la ciudad y el flujo turístico se revitalizó. No fue solamente la infraestructura de la ciudad la que tuvo que reedificarse sino también el imaginario colectivo. Nueva Orleans, diez años después del huracán es el símbolo de la unión y el tesón de la nación norteamericana, es la ciudad que tras la destrucción se erigió como lo que siempre ha sido: el alma de la fiesta.

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El desayuno del Café Beignet en el New Orleans Jazz Music Legends Walk incluye huevos, tocino, pan tostado y la música en vivo de Steamboat Willie. Dixieland1, jazz y ragtime. “La música alimenta el alma y alegra la vida”. Cerca de ahí, en la esquina de Dauphine y Franklin, pasa un hombre con botas, sombrero y un hermoso tutú azul; me mira, sonríe y sigue su camino. Por la noche, en uno de los especiales que las televisoras locales han organizado a propósito del renacimiento de la ciudad tras el huracán, vuelve a aparecer aquel hombre tan peculiar. Tiene nombre: es Jack ‘the tutu man’. Jack mira a la cámara con desparpajo y responde las preguntas sobre su apariencia: “Soy hétero, nacido y criado en Nueva Orleans. He conocido a algunas mujeres a las que incluso les gusta el tutú y me he acostado con ellas. Yo, a diferencia de los turistas que vienen solo al Mardi Gras, puedo emborracharme todos los días”. Jack, ‘The tutu man’, un respetable trabajador social, es el sacerdote del extraño ritual del sacrificio de la sandía que tiene lugar durante el carnaval. Incluso tiene su propia canción: “Meet Jack the Tutu Man./ He is the Tutu Man/ for all of New Orleans,/ and if you see him dance,/ and if you see him shake,/ he is the greatest sight you’ve ever seen./ And everybody knows,/ when Jack is back in town,/ it’s time to party down…” (Conoce a Jack the tutu man./ Él es el hombre del tutú/ para toda Nueva Orleans./ Y si lo ves danzar,/ y si lo ves menearse,/ es la mejor imagen que verás./ Y todo el mundo sabe/ que cuando Jack está de vuelta,/ es hora de irse de fiesta). Es como si los ingleses The Smiths se hubiesen inspirado en él para su tema: It was worthwhile living a laughable life/ just to set my eyes on the/ blistering sight/ of a vicar in a tutu/ he’s not strange/ he just wants to live his life this way” (Valió la pena vivir una vida ridícula/ solo para fijar mis ojos en la/ cálida imagen/ de un vicario en tutú./ Él no es extraño,/ sólo quiere vivir su vida a su manera).

¿Y no es eso lo que queremos todos?

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En The Crescent City (‘la ciudad creciente’, como se conoce a Nueva Orleans) nacieron músicos de jazz como Louis Armstrong, Wynton Marsalis y Fats Domino, el vocalista de heavy metal Phil Anselmo y el rapero Lil Wayne. También es la cuna de los escritores Tennesse Williams, Anne Rice y John Kennedy Toole. William Faulkner vivió por mucho tiempo en la ciudad, en Pirat’s Alley, y la que fuera su casa ha sido convertida en una pequeña pero maravillosa librería. Justo al lado del callejón están la catedral y el Cabildo, ubicados, como en cualquier ciudad de planta española, frente a la plaza de armas: Jackson Square. Frente a Jackson Square hay un pequeño cruce de caminos por donde pasan los tranvías y unas gradas, y tras ese breve trayecto está, como lo describiría Dean Moriarty, el río Mississippi “seco en la bruma veraniega, bajo el agua, con su rancio y poderoso olor que huele como esa América en carne viva a la que lava”2.

Siguiendo el curso del río está el Moon Walk, el camino que conduce al mercado francés y hacia el Old U. S. Mint y Jazz Museum, el único edificio que sirvió como casa de moneda tanto de los Estados Unidos como de los Estados Confederados. Aparte de ser un museo numismático, el Mint está dedicado a guardar los tesoros musicales de algunos de sus ciudadanos más ilustres; lo mismo se encuentra una galería fotográfica sobre ‘Satchmo’ Armstrong que el piano Steinway de Fats Domino que fue restaurado gracias a generosas donaciones de gente alrededor del mundo, incluyendo a sir Paul McCartney.

En el tercer piso del museo hay un teatro para conciertos en vivo y una sala de grabación. Un quinteto (The DotLO) toca con tanto entusiasmo que la gente se queda. Hacen chistes, improvisan, pasan por varios estilos de jazz, blues, bossa nova y le explican al público las diferencias entre uno y otro. Cuando se acaba la función y los músicos dejan sus instrumentos, dos de los cinco intérpretes regresan a sus labores como guardias del museo. El ranger Matt Hampsey (guitarra) baja al primer piso y recuerda a los visitantes que pronto es hora de cerrar.

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La vida de neón

Todos, invariablemente, llegan al French Quarter y solo esperan la noche para instalarse en Bourbon Street, y si queda tiempo, quizá, llegar hasta Frenchmen Street, pero el recorrido debería ser al revés. En Bourbon St. hay miles de locales con letreros de neón que ofrecen el paraíso, restaurantes de comida ‘al paso’, rock y pop en los bares, músicos callejeros, alcohol al granel (incluyendo cócteles nativos de NOLA —Nueva Orleans-Luisiana— servidos en vasos de todos los colores, formas y tamaños)… en fin, fiesta a morir; pero para quien quieren una noche con gente de Nueva Orleans, es mejor empezar en Frenchmen Street, la calle adonde han migrado el jazz y el blues escapando de la saturada Bourbon. Dibujantes y poetas en la acera, bluegrass y jazz gitano, bandas que han encontrado su nido en la esquina de Chartres y Frenchmen. Diversidad de estilos en distintos bares con shows en vivo, no cover. Es un ambiente movido donde es posible asistir a espectáculos de calidad y ver luego a los músicos pasar el sombrero para que la gente —como diríamos en Ecuador— les dé ‘algún cariñito’.

No hay nada mejor que escuchar unas voces ya aterciopeladas, ya otras desgarradas, que tomándose un French 75 (champaña, gin Hendricks, azúcar y jugo de limón), reír hasta llorar y salir del bar con la música metida en los pies, ir bailando por las calles hasta dar de nuevo con las luces de neón, entrar con tu compañero de baile a un local de esos que suelen ser para caballeros (aunque la verdad es que en las mesas parecen ser las clientas las que más disfrutan) y quedarse con la boca abierta preguntándose si aquella mujer que baila en el tubo tiene huesos —porque está claro que articulaciones tiene demasiadas— y luego pedir un show privado.

—Por solidaridad de género —me dijo ella— exijo que te quites la blusa.

Obedecí. Luego de eso, es imposible pensar en Nueva Orleans sin recordar a Leonardo Favio: “la rubia del cabaret, qué lindo fue, qué lindo fue…”.

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No todo en Nueva Orleans es una fiesta. Si bien la ciudad se ha puesto de pie, las cifras humanas y económicas que arrojó la tragedia del huracán dieron cuenta de una desigualdad enorme y de la incapacidad del Gobierno de responder ante el colapso de los diques que rodean la ciudad y la inundación. Se estima que 250 000 viviendas fueron destruidas, que hubo 1 800 víctimas y unos 300 000 desplazados. “La mayoría de los afectados por el Katrina fueron negros, por razones económicas. Los que tenían dinero y transporte, mayoritariamente blancos, pudieron irse antes”, dijo, en una entrevista con Efe, Ernest Johnson, el presidente de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP) en el estado de Luisiana, donde se ubica Nueva Orleans3. En 2006, un año después de la catástrofe, alrededor de la mitad de la mano de obra para reconstruir la ciudad era latina y el 54% de ellos indocumentados, según un estudio de la Universidad Tulane y la Universidad de California en Berkeley. La población blanca (en esta categoría quedan excluidos únicamente los afroamericanos y los nativos americanos) de Nueva Orleans pasó en los diez años posteriores al Katrina de representar el 26,5% al 31%.

Inmigrantes latinos, muchos de ellos indocumentados, ayudaron en las labores de reconstrucción. “Esta nueva generación de inmigrantes en Nueva Orleans no vino solo a ayudar a esta ciudad con su trabajo, sino también a revitalizarla económica y culturalmente. Sin embargo, aún sigue enfrentando grandes retos como la explotación laboral continua y la discriminación racial por parte de varias agencias gubernamentales”, denunció Fernando López, organizador comunitario con el Congreso de Jornaleros4. Aún es posible encontrar casas en proceso de reconstrucción y calles sin asfalto. En los mismos parques llenos de turistas, cuando cae la noche, se puede ver a varios indigentes durmiendo a la intemperie y a las afueras de la ciudad, debajo de los anillos viales, viviendas ya no improvisadas sino pequeños campamentos que se han construido con desechos y restos de lo que alguna vez fueron casas.

Años atrás, en Valdivia, Chile, me sorprendió ver en distintos sitios de la ciudad varias anclas gigantescas; cuando pregunté qué significaban, una amiga me respondió que las habían puesto ahí para que la ciudad no se fuera nuevamente con el agua o con los terremotos. Eso es algo que le vendría bien a Nueva Orleans: quedar anclada, poner áncoras por la ciudad entera y recordarle a su gente que si bien Katrina (considerada como una tormenta del tipo “una en cada cuatrocientos años”) sirvió para generar una nueva forma de integración social a partir de la reconstrucción, también fue la que puso a todo un país a tocar, al estilo de los funerales del Second Line “When the saints go marching in”.

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¿Qué fue lo que hizo posible la rehabilitación de la ciudad? El experto en estudios urbanos Richard Florida, autor de The rise of the creative class5 dice que en el último decenio cambiaron las condiciones que hacen que una ciudad, zona o país se desarrollen económicamente. Las ciudades que atraen talentos (artistas, intelectuales, científicos) no solo lo hacen porque tengan grandes infraestructuras o numerosas empresas, sino porque son lugares en los que se puede vivir una vida de experiencias reales y donde conviven estilos de vida diversos. Son ciudades abiertas y tolerantes que combinan tecnología (empresas hi-tech), talento (buenas universidades) y tolerancia (aceptación de la diversidad).

Quien es capaz de vivir su creatividad es también capaz de generar nuevas respuestas frente a los requerimientos de la vida práctica. Esta nueva ‘clase creativa’ redefine su tiempo, sus períodos de ocio y trabajo se entremezclan y se crea una nueva relación trabajador-empresa y por lo tanto, en la productividad. Nueva Orleans cuenta con todas estas características: el sector turístico asociado al ocio, la recreación y el turismo gastronómico y cultural es el que mayor capital mueve. Además, es una ciudad con una variada herencia cultural que reúne a grupos con factores de cohesión social que ya no se ven en las grandes ciudades estadounidenses. Latinos, afroamericanos, descendientes de italianos, irlandeses y franceses son algunos de los conglomerados que pueblan la ciudad. Todos tienen rasgos comunes: la forma en que disfrutan de su tiempo libre, sus nexos familiares, son más descomplicados y hasta ruidosos. Se genera eso que Emilio Durkheim definiera como solidaridad orgánica. Para reconstruir la ciudad fue necesaria una sinergia en la que todos dependen de todos.

Después del huracán, el Mardi Gras de 2006 estuvo en duda. En la ciudad había personas que no estaban de acuerdo con celebrar tan poco tiempo después de la tragedia. Pero el Mardi Gras ocurrió, y en agosto, el trompetista Wynton Marsalis promovía una ‘celebración cultural’ por el primer aniversario de Katrina. En una entrevista para la revista Where, le preguntaron por qué celebrar algo que causó tanta destrucción y angustia, y él contestó que “en Nueva Orleans, lamentarse es una forma de celebración. […] En nuestros funerales nos lamentamos, luego celebramos. Muchas veces cuando eres despojado de todo, tienes la oportunidad de ver quién eres en realidad. Y en los momentos más dolorosos, es cuando debes celebrar, porque te afirmas a ti mismo y te levantas aún más fuerte”6.

Nueva Orleans debe seguir celebrando.

Fragmento de 'Bellongins Immortelle' de Krista Jurisich

Fragmento de ‘Bellongins Immortelle’ de Krista Jurisich (2005). CAC Nueva Orleans.

Este artículo fue originalmente publicado en el N° 205 de la revista CartóNPiedra

Notas

1. Dixieland es un tipo de jazz temprano típico del sur de EE.UU. Una teoría sobre su etimología dice que el término proviene de la palabra francesa dix (diez) impresa en los billetes de diez dólares. Luisiana, el estado al que pertenece la ciudad se convirtió en la tierra (land) de dix.

2. Kerouac, Jack (1989). En el camino. Barcelona: Anagrama, p. 26.

3. Fernández, Cristina (2010, 29 de agosto). Las cicatrices de Nueva Orleans. El Confidencial (Crónicas del Imperio). Recuperado de http://blogs.elconfidencial.com/mundo/cronicas-del-imperio/2010-08-29/las-cicatrices-de-nueva-orleans_437911/.

4. García Casado, Cristina (2015, 28 de agosto). Una Nueva Orleans más hispana tras el Katrina. El Día.es. Recuperado de http://eldia.es/agencias/8272388-KATRINA-ANIVERSARIO-Cronica-Nueva-Orleans-hispana-Katrina.

5. Florida, Richard (2002, mayo). The Rise of the Creative Class. Why cities without gays and rock bands are losing the economic development race. Washington Monthly. Recuperado de http://www.washingtonmonthly.com/features/2001/0205.florida.html.

6. Marsalis, Wynton en Douglas Brantley (2015, 21 de septiembre). New Orleans, Hurricane Katrina and the Rise of Voluntourism. Recuperado de http://www.wheretraveler.com/.

Caza de erratas 2015

Por tercer año consecutivo, y con ocasión del Día Internacional del Corrector de Textos, que se celebra el 27 de octubre, la Acorte (Asociación de Correctores de Textos del Ecuador) convoca al Concurso de Fotografía Caza de Erratas, que consiste en plasmar en una fotografía faltas ortográficas o gramaticales que aparezcan en espacios públicos de la ciudad, tales como vallas publicitarias, señalética, rótulos y publicidad en general. El concurso contará con el auspicio y colaboración de Librería Rayuela y La Barra Espaciadora.

Bases del concurso
  • Puede participar cualquier persona que resida en Ecuador, de 15  años en adelante.
  • No participarán los miembros de la Acorte ni sus familiares cercanos.
  • Cada participante enviará una sola fotografía en formato digital con las siguientes especificaciones: 300 DPI, 20X30 JPG.
  • Las fotografías serán enviadas a la dirección electrónica acorte.ec@gmail.com hasta el 15 de septiembre de 2015. No se aceptarán fotografías enviadas fuera del plazo estipulado ni por otro medio.
  • Deben enviar junto con la fotografía un documento en el que consten los siguientes datos: nombre, apellido, número de cédula, edad, correo electrónico, teléfono, ocupación. Además, deberá explicarse en un máximo de 50 palabras cuál es el error ortográfico que consta en su fotografía, la regla infringida y la dirección exacta donde fue tomada la fotografía.
  • Las fotos deben ser originales e inéditas, y no deben haber sido publicadas antes en ningún otro medio impreso o digital.
  • Las fotos no deben ser alteradas digitalmente.
  • Los finalistas ceden a la Acorte los derechos de publicación de sus fotografías.
Premios:
  • Primer premio: Una cámara digital
  • Segundo premio: Un lector de libros electrónicos
  • Tercer premio: Lote de libros

La premiación se llevará a cabo 27 de octubre de 2015, Día del Corrector de Textos. La participación en el concurso implica la aceptación de las bases.

Fotografía de Hans Behr Martínez ganadora del Primer Concurso Caza de Erratas.

Fotografía de Hans Behr Martínez ganadora del Primer Concurso Caza de Erratas.

Fotografía enviada por Andrés Landázuri.  1) Uso innecesario de comillas; 2) utilización del signo matemático 'X' en lugar de la preposición 'por'; 3) sustantivo 'favor' escrito con be larga; 4) verbo 'alegar' escrito con hache inicial. Fue tomada en la escuela de Gualaguaycu, comuna de la parroquia Tixán, cantón Alausí, Chimborazo.

Fotografía enviada por Andrés Landázuri.
1) Uso innecesario de comillas; 2) utilización del signo matemático ‘X’ en lugar de la preposición ‘por’; 3) sustantivo ‘favor’ escrito con be larga; 4) verbo ‘alegar’ escrito con hache inicial. Fue tomada en la escuela de Gualaguaycu, comuna de la parroquia Tixán, cantón Alausí, Chimborazo.

Afiche Caza de Erratas

El año nuevo indígena: época de florecimiento

Este artículo fue originalmente publicado en el N° 36 de la revista de7en7

De7en7_Tumarina

El inicio del año nuevo indígena está marcado por los ciclos de siembra y cosecha: solsticios y equinoccios, vida y muerte.

Para nadie es un misterio que el calendario que utilizamos actualmente está regido por los movimientos de la Tierra alrededor del sol; tampoco es un enigma que muchas de las fiestas que celebramos fueron fijadas por la Iglesia católica para encubrir ritos paganos que dificultaban que las fiestas eclesiásticas se fijasen en la memoria colectiva.

Del natalicio del sol invicto a Navidad y un nuevo calendario

Sucede eso con Navidad, por ejemplo. En ninguna parte de la Biblia se indica al 25 de diciembre como el nacimiento de Jesuscristo. Sin embargo, esa fecha fue establecida a partir del siglo V para encubrir las Saturnalias —ceremonias en honor Saturno, dios de la semilla y del vino—, que empezaban el 17 de diciembre y terminaban con el festival del nacimiento del sol invicto (Dies Natalis Solis Invicti) que se celebraba cuando la luz del día aumentaba después del solsticio de invierno. Este festival corría desde el 21 al 25 de diciembre.

Algo parecido sucede con la fecha en la que celebramos el año nuevo. Antiguamente, el calendario romano comenzaba el primer día del mes de marzo; sin embargo, era en enero (undécimo mes) cuando los cónsules romanos asumían el gobierno. Posteriormente, y con la expansión de la cultura occidental, el 1 de enero se convirtió en una fecha de carácter universal que anunciaba el inicio de un nuevo ciclo.

Desde el año 46 a. C. hasta 1582, el calendario que se utilizó fue el llamado Juliano —instaurado por Julio César— que reemplazó al caótico calendario romano que era particularmente manipulable porque no estaba sincronizado con las estaciones de la Tierra; políticos y comerciantes añadían o quitaban días o meses al azar. El calendario juliano, aunque había sido el más preciso hasta entonces, no era lo suficientemente exacto porque el año tropical (lo que la Tierra tarda en completar una vuelta completa alrededor del Sol) no dura 365 días y 6 horas —según los cálculos julianos—, sino 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos.

Esta diferencia de 11 minutos y 14 segundos, que parececía mínima, no lo era, ya que cada 128 años estos minutos se convertían en un día completo. En 1582, el papa Gregorio XIII instaura un nuevo calendario (el Gregoriano que utilizamos hasta ahora) para eliminar ese desfase y con él fijar el momento astral en que debía celebrarse la Pascua y, en relación con esta, las demás fiestas religiosas móviles. Lo que importaba era la regularidad del calendario litúrgico; así, se debía corregir calendario civil para que este se adapte al litúrgico y este a su vez al año trópico.

Antes de Gregorio, la Pascua debía conmemorarse el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera en el hemisferio norte (equinoccio de otoño en el hemisferio sur).

Solsticios y equinoccios: nuevos ciclos

Mencionamos que el calendario se instauró también para corresponderse con las estaciones (primavera, verano, otoño e invierno), directamente relacionadas con la siembra y la cosecha, los solsticios y equinoccios: ciclos de vida y muerte.

Para muchos pueblos indígenas, el inicio las estaciones implica un renacer natural y espiritual y, por lo tanto, están ligados a sus celebraciones de año nuevo.

En los pueblos andinos, el pueblo kichwa, por ejemplo, estos rituales anteriores a la Colonia aún se mantenien. Garcilazo de la Vega relata que en el incario eran 4 las celebraciones más importantes: Pawkar Raymi, Inti Raymi, Kolla Raymi y Kapak Raymi.

Pawkar Raymi o Mushuk nina que significa literalmente ‘florecimiento’. Coincide con el equinoccio de primavera, que es el día en que todos los puntos de la Tierra el día y la noche tienen la misma duración (21 de marzo). Esta festividad tiene como ritual el Tumarina, que consiste en depositar un poco de agua y flores sobre la cabeza de la otra persona. Las mujeres recolectan flores de chocho, maíz y ñachac y recogen agua de las vertientes sagradas para purificar.

Fiesta de la chonta: Para los shuar, el año inicia con la cosecha del uwy o chonta y el mes en que se celebra (entre mayo y agosto) es un mes sagrado. Los shuar mantienen una comprensión cíclica de las relaciones espacio-temporales que se conciben de manera unitaria y expresan movimiento: el tiempo transcurre y con él, simultáneamente, el espacio. Esta dimensión, Tsawant, no tiene tiempos prefijados.

El Kasama: Los tsáchilas celebran el Kasama (Nuevo Amanecer), en una fecha móvil que suele coincidir con el Sábado de Gloria católico. La celebración inicia a las 03:00 cuando los pone (chamanes) realizan el mukeka que consiste en invocar a sus ancestros para luego tomar un baño de purificación para recibir el nuevo año. El ritual se cumple antes de que los pájaros canten con el fin de recibir purificados la aurora del Kasama.

We tripantu: Para otros pueblos indígenas, como los mapuches en Chile, el año nuevo inicia en el solsticio de invierno austral (de verano en el hemisferio norte) y se denomina We tripantu y significa ‘nueva salida del sol y de la luna’. Esta fecha marca el inicio de la época fría.

De esta manera, lo que para muchos de nosotros significa solamente un cambio de fecha más —aunque de por medio tengamos ritos, cábalas, celebraciones y propósitos cargados de buenas intenciones—, para muchos pueblos —como los indígenas mencionados aquí— implica un renacimiento espiritual vinculado a los ciclos de la Tierra. Como vemos, años nuevos hay muchos, lo que cuenta es que al inicio de cada período lo que cambie y se renueve seamos nosotros.

5 de septiembre, Día Internacional de la Mujer Indígena

«Por eso yo digo a los jóvenes de ahora que quieren cosechar, que paren duro, estamos con la dictadura todavía, con el cuchillo al corazón y con una soga al pescuezo; así quieren asesinar y al campesino pobre ca no van a dar nada, que no tenemos orden ni derecho ni ley para coger las haciendas no siendo que para servir alimento a hospitales colegios…

Pero nosotros no tenemos que dejar nomás. Tenemos que seguir en lucha como antes hemos hecho viejos.

Así estamos viviendo ahora, así hemos vivido y luchado más antes. Así tenemos que seguir en lucha, recordando tiempo de antes…»

Tránsito Amaguaña en Yo declaro con franqueza (Yánez del Pozo, 1988: p. 37)

Este 5 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Mujer Indígena en honor a la heroína aimara Bartolina Sisa, mujer de temple y honor que fue asesinada y descuartizada un 5 de septiembre de 1782 en la Plaza Mayor de La Paz, Bolivia, por haberse opuesto a la dominación y la opresión de los conquistadores.

Esta fecha fue instituida en el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América en Tihuanacu, Bolivia.

Bartolina Sisa, hilandera y tejedora, fue la esposa de Julián Túpac Katari, ambos batallaron contra el ejército realista. Ella fue líder de batallones indígenas, organizó un escuadrón de guerrilleros y también grupos de mujeres colaboradoras de la resistencia frente a los españoles en los diferentes pueblos del alto Perú.

En su nombre se decidió recordar a todas las mujeres indígenas incansables, expuestas, que con orgullo y dignidad enfrentan un sistema socio-político-cultural y económico racista que siempre que puede, las discrimina, las violenta de múltiples formas y las excluyen doblemente por ser indígenas y por ser mujeres. En Ecuador han habido y hay miles de mujeres indígenas destacadas que han generado grandes cambios construidos con pequeñas conquistas.

Dolores Cacuango

Bartolina Sisa

Tránsito Amaguaña

 

Derechos específicos de las mujeres indígenas

  • Derecho al respeto de la identidad cultural del pueblo al que pertenecen.
  • Derecho a su identificación como integrante de un pueblo indígena específico.
  • Derecho a no ser asimiladas ni obligadas a aceptar prácticas culturales ajenas y que atenten contra su propia identidad cultural.
  • Derecho a modificar costumbres y tradiciones sociales, culturales, económicas que dañen o afecten su dignidad.
  • Derecho a recuperar, como integrantes de un pueblo indígena, ciertas prácticas y tradiciones que las favorecen y dignifican como mujeres.

Sobre cómo llegó la quinua desde el cielo hasta el altiplano

Más de uno se ha sentido como Mafalda frente a la sopa alguna vez en su vida. A mí me pasaba los lunes con la sopa de arroz de cebada con col. Sin embargo, nunca me pasó con la sopa de quinua con maní y carne de cerdo que hacía mi abuelita y que es hasta hoy mi plato favorito en todo el universo.

Y como nos gusta mucho que nos pidan que escribamos y que escribamos sobre cosas que nos gustan, leyendas y comida, por ejemplo, aquí una colaboración para la revista de7en7.

El artículo completo se puede encontrar también en Sobre cómo llegó la quinua desde el cielo hasta el altiplano

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Los Amantes

Hace unos minutos recibí en mi escritorio un sobre, cuando lo abrí, la cara se me iluminó…

De el Pibe a la Osita:
…otra vez empezar a quererte,
otra vez encontrarte en el café de la mañana
sin que tanta cosa irrenunciable hubiera sucedido.
Y no tener que acordarme de este olvido que sube
para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos
y no dejarme más que una ventana sin estrellas.

Los amantes_Alex Sánchez

 

Los Amantes (Cuentos ilustrados). Relatos cortos desde la ficción de José María de Pieznahui. En una narrativa poética por bajos de San Anselmo, el Pibe y la Osita se pasean por escenarios tan dispares como el destino, las despedidas, el fútbol, la evolución de hombre, los sueños, la muerte soñadora y el dulce ajenjo del suicidio.
Todo confluye en una misma sustancia, en una misma nostalgia; su imposibilidad va más allá de los desamores y la lenta agonía de las sábanas.
Sí, los amantes cocidos el uno al otro por la espalda ven por separado sus días venideros. ¡Nada y casi todo los ata! 
Será, pues, una justicia que sus pasos vayan más allá del alba o del ocaso; será feliz el álgebra luna y la misma mano del destino jugando, tan traviesos, con sus hilos ya enredados.

Álex Sánchez

El Centro Cultural PUCE y Veit Editores presentan el libro Los amantes del poeta y escritor Álex Sánchez en donde se reúnen 18 cuentos ilustrados por IoCh y Lenin Dávila. Paralelamente se proyectará un cortometraje basado en el contenido del libro, que ha sido dirigido por el mismo autor y una exposición realizada por Freddy Coello en donde el público podrá adentrarse en las historias de «Los amantes».

Boletín_Los amantes

 

Porque siempre es un gusto presumir de los amigos, más cuando los amigos tienen proyectos que nos emocionan. Este jueves, a las 19:30, estaremos en primera fila en el Centro cultural de la PUCE para ver cómo se iluminan los rostros de la gente.

El pan de cada día

He visto a gente en los locales de ‘fas fú’ comiendo sin hambre, con la cabeza gacha y los ojos perdidos. Los he visto, te lo juro, masticando como si ingerir los alimentos fuera parte de un proceso intermedio entre escoger el pan, los vegetales, pasar la tarjeta y cagar antes de volver a sus diminutas estaciones de trabajo en la oficina.
Hay quienes se sientan frente a las ventanas a ver el mundo pasar, contemplando a la gente en bicicleta con un poco de nostalgia, como diciendo «yo también estaría ahí si no hubiese olvidado ponerme el bloqueador solar…».
mujer

La calle siempre fue la mejor cancha

Me siento, hablando de fútbol, como la intelectual que no quiere salir del clóset. El fútbol no me gusta, ¡me encanta! Sin embargo, durante los cuatro años que tarda en llegar el Mundial puedo disimular muy bien que sé qué es un hat-trick frente a mis amigos ―fervorosos lectores de Borges (aquel que decía que el fútbol es universal porque la estupidez es universal)―; puedo esgrimir también ―y con consciencia― todos los argumentos en contra que me enseñó el haber estudiado sociología: la violencia innecesaria, el racismo, los sueldos desmedidos de los jugadores, el chovinismo, los golazos que nos meten con la ley de aguas mientras hay partido y demás. Pero lo que no puedo, ni por un segundo, es dejar de decir que tiemblo cuando se cobra un penal en algún partido; pero más que eso, cuando pienso en fútbol, pienso en mi papá contándome cuando jugaba en la calle en la ciudadela México y había una frase, que para un niño, lo resumía todo en el mundo: “si ponchas el ‘bleris’, me respondes”.

Hace algunos años llegó a mí La Cofradía de los Celestinos de Stefano Benni (Siruela, 1994), una irreverente crítica a nuestra sociedad en la que un grupo de niños huye de un orfanato para participar en el Campeonato Mundial de Baloncalle, desencadenando una furiosa persecución por parte de los poderes fácticos de Gladonia. El Gran Bastardo, enigmático e invisible inventor del anhelado y muy secreto torneo, ha elegido a Memorino, Alí y Diostecríe Luciano, alias ‘Lucifer’, del orfanato de Santa Celestina, como uno de los equipos que se debatirán el primer lugar jugando bajo el nombre de La Cofradía de los Celestinos. Los niños van en busca de los míticos hermanos Finezza, glorias del baloncalle, y en su periplo nos enseñan un universo lleno de la tenacidad perpetua e inocente de las causas infantiles y la ilusión de bienestar en un mundo sobreexplotado y triste. Yo pensaba que algo así debía existir y que sería maravilloso y me dormía pensando en que ojalá los niños no tuvieran que comer nunca más la col que les daban los padres Zopilotes en el orfanato.

Mientras se desarrolla la Copa de la FIFA con toda su cara oscura, en Brasil, del 1 al 12 de julio tomará lugar el Mundial de Fútbol Callejero. A él irán siete jóvenes que conforman la selección ecuatoriana (4 varones y 3 mujeres). Este otro Mundial reunirá a 300 jóvenes en situaciones de riesgo provenientes de 26 países de todo el mundo. El evento es organizado por el Movimiento de Fútbol Callejero, una red que se expresa como una fuerza política en defensa de los derechos humanos, de la paz y de la diversidad. Los equipos están conformados por jóvenes que se han destacado en sus comunidades y, mediante el juego, han adquirido herramientas para afrontar la vida.

Las reglas, como en cualquier partido de la calle, se concilian entre los 2 equipos. (Como cuando decías: «es falta si el otro se lastima o llora»; o si ya es muy tarde: «mete gol, gana»; «el partido se acaba si al dueño del balón le llama la mamá…»). Aquí no hay árbitros sino mediadores que facilitan las etapas del juego y el diálogo entre los participantes. De esta manera, el mismo juego que a ratos nos da sarna y nos indigna, se torna una herramienta poderosa para la mediación de conflictos, formación de liderazgos, desarrollo de grupos y organizaciones comunitarias. Se mantienen la alegría y la ilusión. Uno puede salir cantando como esos niños que menciona Galeano en Fútbol a sol y sombra: “ganamos, perdimos pero igual nos divertimos…”.

El 12 de julio se jugará la final en un estadio montado en una de las avenidas principales de la ciudad de Sao Paulo, la av. Ipiranga. Me habría encantado que mi papá-niño y los Celestinos pudieran ir a jugar.

 

Esta columna fue escrita para una revista local, pero en vista de los últimos acontecimientos, mejor que viva en el blog.

Baires y esos pétalos de sal

Una nunca puede estar segura de haber estado ahí, pero tiene fe en lo que dicen las fotos.

Cúmulo de imágenes más que desordenadas de lo que nos trajimos del sur. Hay capturas, claro, que no caben en ninguna cámara y otras, que por lo fijas que están, no requieren otro soporte que el que se carga sobre los hombros. Que la cámara se quede sin batería juega también un papel importante…

Lollapalooza_entradas

Lollapalooza 2014

Lollapalooza

Lollapalooza 2014 Hipódromo San Isidro

Bandoneon

Buenos Aires, Camininito

Casa Rosada

AndyT_smile

Andrea Torres Armas, San Telmo

Tango  Quilmes_sushi  nosotros que nos queremos tanto

Mafalda en San Telmo

Ateneo

Librería Ateneo Gran Splendid

Bibliofilia

Bibliofilia, street art

Tobi_plaza

Tobi Mena, afueras del Teatro Colón

Luz     cuerdas  La fe  Caminito

Spinetta

Illya Kuryaki and the Valderramas, homenaje Luis Alberto Spinetta

Savages

Savages

Pixies

Black Francis, Pixies

Illya Kuryaki and the Valderramas

Vampire weekend

Vampire Weekend

Red Hot Chilli Pepers

Red Hot Chilli Pepers

Lollapalooza 2014

Lollapalooza 2014

Soñando en Vindravan y otras historias de ellas

Y bueno, resulta que un día encontré en mi bandeja de entrada un mensaje que decía: «Soñando en Vindravan ya es una realidad». Tras años de abulia escritoril y bloguera, la noticia de la publicación de uno de mis relatos ‘Inferno, estación penthouse’ en el libro Soñando en Vindravan y otras historias de ellas, me sacó del letargo.

Mi relato fue escogido como uno de los finalistas del Premio Internacional de Narrativa Femenina Bovarismos 2014, organizado por La Pereza Ediciones.

¿Qué van a encontrar aquí? La contraportada responde:

El lector encontrará en sus páginas ficciones escritas por mujeres, sí, mas no literatura feminista, ni siquiera literatura femenina, sino simple y llanamente, Literatura, así, con mayúscula.
Las historias transitan del amor al desamor, de la cercanía a la distancia, del placer más puro al más insondable dolor. Pasan, eso sí, todas pasan, por la voz de una mujer, pero no de una mujer cualquiera, sino del tipo de esas que tienen mucho que decir.

Y ya, si se les antoja leer esas historias pueden adquirir el libro en este enlace de Amazon.

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Saludos, señoras y señores. Luego de esta noticia, me voy cantando y bailando…