Cervantes 400 La mutación de don Quixote

Este artículo fue originalmente publicado en el N° 234 de la revista CartóNPiedra

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avier Marías dijo hace poco, en una entrevista con Antonio Lucas1, que “el Quijote es un libro sobre el fracaso, el olvido y la soledad del héroe en un mundo infame”, y que tal vez por eso el mejor homenaje a Cervantes es no hacer nada a propósito de los 400 años de su muerte. Quizá tenga razón don Javier Marías, quizá no. En cierto sentido, justamente porque el Quijote es un libro sobre el fracaso, es también un libro sobre la continuidad, la nuestra, la de los ‘vencidos’, los que hemos asegurado la cambiante permanencia del idioma.

¿Se habrá imaginado Miguel de Cervantes que su ingenioso hidalgo, don Quijote de la Mancha, se convertiría en una figura panhispánica? ¿Habrá pensado que este derrotero de invenciones marcaría el futuro de quienes cultivamos la ‘lengua cervantina’?

Hace unos años, Mempo Giardinelli2 se refirió al interminable debate de si esto que hablamos, en lo que el Quijote está escrito, es español o castellano. Citando a Andrés Bello, explica: “Se llama lengua castellana (y con menos propiedad española) la que se habla en Castilla y que con las armas y las leyes pasó a América, y es hoy el idioma común de los Estados hispanoamericanos”. Y comenta Giardinelli que si bien es este castellano la lengua de Cervantes, es también la lengua de Sor Juana, de Borges, de Neruda, de Cortázar, y añadimos acá que es la de Mistral; Adoum, de ese Jorgenrique que se tomaba con ella libertades; la de Granizo, de él exacta cifra; de Jara Idrovo y su estructura infinita3; la del señor chofer del bus o el ‘chulío’ en Cuenca, que te piden que les “des descambiando el dólar”, la de la señora del mercado “venga-mi-vida-venga-mi-guapa-mi-reina” o la del guayaco sabido que sin darte cuenta “te hace un toque y te canta la plena, ñaño”, porque, claro, la lengua nos pertenece a todos, la culta y la popular, la que usamos para escribir correctamente y la que usamos en conversaciones informales con los panas.

Este castellano americano, mestizado, no es, de ninguna manera, un todo monolítico, este que hemos hablado por generaciones ha recogido tradiciones y fortalecido identidades en nuestra América. Esa lengua, de raíz castiza, se ha visto enriquecida con extranjerismos —huelga decir que incluso se considera así a las interferencias de las innúmeras lenguas indígenas vivas, difuntas y agonizantes con las que se ha mezclado—, dialectos, cocoliches y creó finalmente una cultura que se desarrolló y definió con un idioma común. Este castellano americano en todas sus variantes se configura como un sistema dinámico, vivo, susceptible de sumas y restas.

Hace poco, en un artículo publicado en este mismo espacio, Diana Abad4 citaba una misiva de Carlos Manuel Espinosa (fechada el 8 de abril de 1933) dirigida a Alejandro Carrión, en la que lo invitaba a “conservar allá (Quito) tan pura como aquí (Loja) la dicción castellana. Y también la escritura castellana. Es lo que más molesta en los escritores y poetas, ese apego peculiarísimo a la manera de hablar del pueblo quiteño. Con sus modismos y sus giros chocantes”. Este reclamo realizado en 1933 no es distinto del que hacemos ahora quienes trabajamos a diario con la lengua (hablo del caso específico de los correctores de textos, unos más puristas que otros) ni de la preocupación que expresan los académicos cuando aparecen neologismos o cuando adoptamos palabras extranjeras de manera ¿innecesaria? (teníamos antes un delicioso pernil hasta que alguien le escuchó decir a un francés que quería jambon, y sale de ahí el jamón que le ponemos hoy a los sánduches, y pasó lo mismo con el aceite que antes era óleo y salió del árabe azzáyt).

“Dentro de las consecuencias del cataclismo cultural que representó la conquista española ocupa un lugar principal la creación de un nuevo orden de relaciones lingüísticas y comunicativas”, dice José Luis Rivarola5 en un texto sobre bilingüismo; y es que, desde que el castellano llegó a América definitivamente ha atravesado por varias mutaciones, incluso desde su periodización en el paso del castellano medieval al moderno, lo que incluye cambios fonético-fonológicos, morfológicos, hasta sintácticos y léxico-semánticos. Algunas de las variaciones más evidentes para los no lingüistas se pueden ver reflejadas en el reemplazo de algunas letras, por ejemplo, de la x por la j (Quixote, Loxa); de la f por la h (facer, fanegas); e incluso para los hablantes de la variedad andina, del cambio de fórmula de la construcción gramatical de la oración —es decir, la disposición de las palabras—. Desde el punto de vista tipológico, el castellano es una lengua flexiva y el quechua (que así se llama la familia lingüística a la que nuestro kichwa pertenece) es una lengua aglutinante; mientras que el castellano coloca el objeto de manera predominante después del verbo (S V O): Sancho lleva la adarga, el kichwa lo coloca antes (S O V): Sancho la adarga lleva.

Para ilustrar estos cambios, y como un homenaje a Cervantes y su Quijote, en cuya introducción, en la dedicatoria al Conde de Lemos, el mismo don Miguel lo señala como el libro indicado para la enseñanza del castellano, hemos escogido un fragmento que ha sido ‘traducido’ a diferentes variaciones que demuestran su vigencia y potencialidades. Desde el castellano antiguo, hasta el spanglish que se escucha en Estados Unidos.

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Capitulo Primero

Que trata de la condición y exercicio del famoso hidalgo don Quixote de la Mancha

En vn lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que viuia vn hidalgo de los de lança en astillero, adarga antigua, rozin flaco y galgo corredor. Vna olla de algo mas vaca que carnero, salpicon las mas noches, duelos y quebrantos los sabados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hazienda. El resto della concluian sayo de velarte, calças de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los dias de entre semana se honraua con su vellori de lo mas fino.

Tenia en su casa vna ama que passaua de los quarenta, y vna sobrina que no llegaua a los veynte, y vn moço de campo y plaça, que assi ensillaua el rozin como tomaua la podadera. Frisaua la edad de nuestro hidalgo con los cinquenta años. Era de complexion rezia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caça. Quieren dezir que tenia el sobrenombre de Quixada, o Quesada, que en esto ay alguna diferencia en los autores que deste caso escriuen, aunque por conjeturas verosimiles se dexa entender que se llamaua Quexana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración del no se salga vn punto de la verdad.

Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaua ocioso, que eran los mas del año, se daua a leer libros de cauallerias, con tanta aficion y gusto, que oluidó casi de todo punto el exercicio de la caça, y aun la administracion de su hazienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendio muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de cauallerias en que leer, y assi lleuó a su casa todos quantos pudo auer dellos, y, de todos, ningunos le parecian tambien como los que compuso el famoso Feliciano de Silua; porque la claridad de su prosa, y aquellas entricadas razones suyas le parecian de perlas; y mas quando llegaua a leer aquellos requiebros y cartas de desafios, donde en muchas partes hallaua escrito: La razon de la sinrazon que a mi razon se haze, de tal manera mi razon enflaqueze, que con razon me quexo de la vuestra fermosura. Y tambien quando leia: Los altos cielos que de vuestra diuinidad diuinamente con las estrellas os fortifican, y os hazen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas razones perdia el pobre cauallero el juyzio, y desuelauase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristoteles, si resucitara para solo ello…

No estaua muy bien con las heridas que don Belianis daua y recebia, porque se imaginaua que, por grandes maestros que le huuiessen curado, no dexaria de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales. Pero, con todo, alabaua en su autor aquel acabar su libro con la promessa de aquella inacabable auentura, y muchas vezes le vino desseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como alli se promete; y sin duda alguna lo hiziera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estoruaran.

Tuuo muchas vezes competencia con el cura de su lugar, que era hombre docto, graduado en Ciguença, sobre quál auia sido mejor cauallero, Palmerin de Ingalaterra o Amadis de Gaula; mas Maese Nicolas, barbero mesmo pueblo, dezia que ninguno llegaua al Cauallero del Febo, y que si alguno se le podia comparar, era don Galaor, hermano de Amadis de Gaula, porque tenia muy acomodada condición para todo; que no era cauallero melindroso, ni tan lloron como su hermano, y que en lo de la valentia no le yua en çaga.

En resolucion, el se enfrascó tanto en su letura, que se le passauan las noches leyendo de claro en claro, y los dias de turbio en turbio; y, assi, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juyzio. Llenosele la fantasia de todo aquello que leia en los libros, assi de encantamentos como de pendencias, batallas, desafios, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates impossibles. Y assentosele de tal modo en la imaginacion que era verdad toda aquella maquina de aquellas sonadas soñadas inuenciones que leia, que para el no auia otra historia mas cierta en el mundo.

Rodolfo Schevill (ed.) (1928) Madrid: Gráficas reunidas.

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Castellano moderno

Capítulo Uno

Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgo Don Quijote de la Mancha

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto de ella concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa un ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de «Quijada» o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijana; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración de él no se salga un punto de la verdad.

Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año— se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas fanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber de ellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: «la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza…».

Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recibía, porque se imaginaba que por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales; pero con todo alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y darle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto graduado en Sigüenza), sobre cuál había sido mejor caballero, Palmerín de Inglaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mismo pueblo, decía que ninguno llegaba al caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.

En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos, como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles, y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.

Ed. Conmemorativa (2016). Madrid: RAE-Alfaguara.

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Spanglish First Parte

Chapter Uno

In un placete de La Mancha of which nombre no quiero remembrearme, vivía, not so long ago, uno de esos gentlemen who always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua, a skinny caballo y un grayhound para el chase. A cazuela with más beef than mutón, carne choppeada para la dinner, un omelet pa’ los Sábados, lentil pa’ los Viernes, y algún pigeon como delicacy especial pa’ los Domingos, consumían tres cuarers de su income. El resto lo employaba en una coat de broadcloth y en soketes de velvetín pa’ los holidays, with sus slippers pa’ combinar, while los otros días de la semana él cut a figura de los más finos cloths. Livin with él eran una housekeeper en sus forties, una sobrina not yet twenty y un ladino del field y la marketa que le saddleaba el caballo al gentleman y wieldeaba un hookete pa’ podear. El gentleman andaba por allí por los fifty. Era de complexión robusta pero un poco fresco en los bones y una cara leaneada y gaunteada. La gente sabía that él era un early riser y que gustaba mucho huntear. La gente say que su apellido was Quijada or Quesada-hay diferencia de opinión entre aquellos que han escrito sobre el sujeto-but acordando with las muchas conjecturas se entiende que era really Quejada. But all this no tiene mucha importancia pa’ nuestro cuento, providiendo que al cuentarlo no nos separemos pa’ nada de las verdá.

It is known, pues, que el aformencionado gentleman, cuando se la pasaba bien, which era casi todo el año, tenía el hábito de leer libros de chivaldría with tanta pleasura y devoción as to leadearlo casi por completo a forgetear su vida de hunter y la administración de su estate. Tan great era su curiosidad e infatuación en este regarde que él even vendió muchos acres de tierra sembrable pa’ comprar y leer los libros que amaba y carreaba a su casa as many as él podía obtuvir. Of todos los que devoreó, ninguno le plaseó más que los compuestos por el famoso Feliciano de Silva, who tenía una estylo lúcido y plotes intrincados that were tan preciados para él as pearlas; especialmente cuando readeaba esos cuentos de amor y challenges amorosos that se foundean por muchos placetes, por example un passage como this one: La rasón de mi unrasón que aflicta mi rasón, en such a manera weakenea mi rasón que yo with rasón lamento tu beauty. Y se sintió similarmente aflicteado cuando sus ojos cayeron en líneas como these ones: … el high Heaven de tu divinidad te fortifiquea with las estrellas y te rendea worthy de ese deserveo que tu greatness deserva.

El pobre felo se la paseaba awakeado en las noches en un eforte de desentrañar el meanin y make sense de pasajes como these ones, aunque Aristotle himself, even if él had been resurrecteado pa’l propósito, no los understeaba tampoco. El gentleman no estaba tranquilo en su mente por las wounds que dio y recebió Don Belianís; porque in spite de how great los doctores que lo trataron, el pobre felo must have been dejado with su face y su cuerpo entero coverteados de marcas y escars. Pero daba thanks al autor por concluir el libro with la promisa de una interminable adventura to come. Many times pensaba seizear la pluma y literalmente finishear el cuento como had been prometeado, y undoubtedly él would have done it, y would have succedeado muy bien si sus pensamientos no would have been ocupados with estorbos. El felo habló d’esto muchas veces with el cura, who era un hombre educado, graduado de Sigüenza. Sostenía largas discusiones as to quién tenía el mejor caballero, Palmerín of England o Amadís of Gaul; pero Master Nicholas, el barbero del same pueblo, tenía el hábito de decir que nadie could come close ni cerca to the Caballero of Phoebus, y que si alguien could compararse with él, it had to be Don Galaor, bró de Amadís of Gaul, for Galaor estaba redy pa’ todo y no era uno d’esos caballeros second-rate, y en su valor él no lagueaba demasiado atrás.

En short, nuestro gentleman quedó tan inmerso en su readin that él pasó largas noches-del sondáu y sonóp-, y largos días-del daun al dosk-husmeando en sus libros. Finalmente, de tan pocquito sleep y tanto readin, su brain se draidió y quedó fuera de su mente. Había llenado su imaginación con everythin que había readieado, with enchantamientos, encounters de caballero, battles, desafíos, wounds, with cuentos de amor y de tormentos, y with all sorts of impossible things, that as a result se convenció que todos los happenins ficcionales que imagineaba eran trú y that eran más reales pa’ él que anithin else en el mundo.

Transladado al Spanglish por Ilán Stavans

NOTAS

1. Lucas, Antonio (2016, abril, 01). ‘Marías y Pérez-Reverte: A Cervantes lo consideraban un viejo idiota’. Zenda.

2. Giardinelli, Mempo (7 de octubre de 2011). ‘La lengua que hablamos’. Página 12.

3. Carla Badillo Coronado dixit.

4. Abad, Diana (10 de abril de 2016). Lo público y lo privado en el epistolario de Carlos Manuel Espinosa. Revista CartóNPiedra, N° 132 (edición impresa).

5. Rivarola, José Luis (1986).Bilingüismo histórico y español andino. Recuperado de http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/09/aih_09_1_014.pdf.

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